La epidemia malditaaaaaaa…

“Yo creo que en el fondo eres gay”, le dije mientras bailábamos ante su mirada entre sorprendida y curiosa.

“Mira, bailas, bailas bien, bailas sexy y encima cantas, definitivamente creo que estás a punto de salir del clóset” entonces él soltó una carcajada y me dio la vuelta para que mi espalda quedara sobre su pecho y así me siguió cantando al oído.

Seguramente mientras yo pensaba: “No, definitivamente no es gay”, él pensaba: “Pobrecita, compréndela, la tiraron de cabeza de chiquita”, pero ¿dime si no tengo razón de dudar? Una minoría de hombres y los cubanos son los únicos que bailan bien y si tienes suerte están los que le echan ganitas, pero bailar no es, definitivamente, una constante del sexo masculino.

Alguna vez un amigo mío, que bailaba muy bien, me explicó que él venía del barrio bravo de Tepito donde tal vez no podías competir con carros lujosos o con dinero, entonces aprendían a bailar para sobresalir. Curiosamente un amigo cubano me dio la misma explicación de porqué en esa isla bailar era como respirar. Oh sí, en la viña del Señor hay diferentes especímenes de bailadores:

1. Los que saben y les gusta bailar. Lo más probable es que esa persona sea gay, esté casado, tenga novia o sea tu hermano, por lo que es material prohibido; pero si tú tienes a alguien así a tu lado ya sea pareja, amigo o familiar con el que puedas bailar libremente, da gracias al Señor que te ama tanto, pues no todo ser cantar podría, dicha tan grande ni placer tan santo.

2. Los que le echan ganitas. Bueno, pues sí, nos hemos tenido que conformar con los que no saben bailar pero les gusta hacerlo. Entonces igual hacen el intento y no sales de la pista de baile de las bodas y de XV años, puede ser muy divertido y con el tiempo hasta te sincronizas para lograr lo más cercano a un buen baile.

3. Los que creen que saben bailar. Hace poco me sacó a bailar un chicuelo. Empezó a darme vueltas como si fuera destornillador y casi pierdo el brazo en una vuelta. Lo sorprendente no fue que me dijo que tenía 20 años (en ese momento cruzó por mi mente la frase de telenovela de: “pero podría ser tu hijo”) sino que me preguntó ¿verdad que no bailo tan mal? Como respuesta obtuvo de mi parte un: ajem, ajem, voy al baño. Lo siento, la paciencia nunca ha sido un atributo mío.

4. Los que no saben ni les gusta bailar. Si estás en este caso, seguramente algo muy malo hiciste en tus vidas pasadas y estás pagando tu karma.

Como ya he dicho, en las escuelas oficiales y privadas de todo el mundo debería ser materia obligatoria la Filematología, ciencia que estudia los besos; pues bien a los programas de estudios deberían añadir la danza (salsa, cumbia, pop, tango, cha-cha-cha y demás ritmos) como requisito indispensable para pasar de año. No bailas-no pasas.

Si supieran los hombres los beneficios que provoca que sepan bailar, estoy segura que las academias de baile estarían llenas. Los hombres que se mueven con ritmo provocan los más pecaminosos pensamientos y existe la creencia que un buen bailador es un buen amante. Por supuesto no siempre es así, pero la primera impresión, es… la primera impresión.

¿Sabes cuál es el problema mayor? Que yo creo que el mundo se va a acabar, pues he detectado con alarma y preocupación que la epidemia de los hombres que no sepan bailar ni les interese hacerlo se ha expandido y que los jóvenes de hoy no bailan ni los ojos.

Hace poco fui a Acapulco y estuve en uno de los lugares más emblemáticos del puerto, el Baby’O donde supuestamente se reúnen todas las generaciones para pasarla bien y bailar de todo.

Pues no sé si fue el día, la luna o el sereno pero el lugar estaba infestado de moco-cocos (aja, adolescentes que juras que no han pasado los 18 años aunque su identificación diga que sí) y no bailaban.

La pista estaba a reventar pero todos platicaban y tomaban. Desde la mesa en que yo estaba podía observar toda la acción y me sentí como si fuera un algún ángel apocalíptico viendo la destrucción del mundo. En algunos espacios había algunas chicas bailando pero eran las menos, ¿los hombres? ¡ninguno! Entonces decidimos irnos a otro lugar, que no tuviera el glamour del Baby’O pero en el que la gente bailara y sólo así volví a respirar vida.

Los científicos deberían dedicar su conocimiento a inventar el antídoto ante los apáticos al baile, esa enfermedad sí que amenaza con acabar el mundo, o al menos, la diversión