Este año ha sido uno especialmente problemático para las relaciones entre México y Estados Unidos, debido a la seguridad fronteriza. En abril, la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, aprobó la Ley SB1070, que también llevaba por nombre “Ley Apoye nuestras fuerzas de orden público y los vecindarios seguros” (lo tuvimos que corroborar, pero es cierto). Aquí la conocemos como “Ley Arizona”, pero el nombre es lo de menos; lo que llamó la atención e hizo rabiar a los mexicanos y a defensores de derechos humanos, fueron las disposiciones contra los inmigrantes – ilegales o no – que contemplaba esta ley. Gracias al fallo de la Juez Susan Bolton en julio, apenas un día antes de que la ley entrara en vigor, muchas de las cláusulas más controversiales de la ley quedaron sin efecto.
Esta semana, la Secretaria del Interior, Janet Napolitano, compareció ante el Senado norteamericano donde hizo la siguiente afirmación”: La situación (en la frontera) ha empeorado en términos del crimen violento”. Reconoció que el incremento en la tecnología y el personal apostado en la línea fronteriza han ayudado, pero que los niveles de violencia que se viven hoy requieren la atención inmediata del gobierno federal.
Estos dos acontecimientos son una evidencia clara de que los problemas que acechan a la frontera norte desde hace varias décadas no se están resolviendo. La migración ilegal y la violencia en los estados fronterizos son, sin duda, asuntos graves; gobiernos de todas las ideologías y partidos políticos van y vienen, sin que se plantee una solución. Y no es para sorprenderse; ninguno de los dos lados ha hecho a la frontera prioridad, ni le ha dedicado la atención que requiere.
Sin la cooperación entre los dos países, es imposible terminar con la violencia y la migración ilegal; cada uno tiene que tomar la responsabilidad que le corresponde. Es cierto que en los últimos años las escalada de violencia en nuestro país ha sido exponencial, como también lo es que los cárteles se abastecen con armas contrabandeadas de Estados Unidos. Estos mismos cárteles han adquirido enorme poder, en gran parte porque tienen en el vecino del norte al mercado de consumidores de drogas más grande del mundo – mercado que continúa creciendo año con año. Es cierto que México debiera proveer a sus ciudadanos con oportunidades laborales para que no se vieran obligados a migrar, pero ¿qué pasa cuando son recibidos del otro lado, con los brazos abiertos, para incorporarse a un mercado laboral que los necesita?
Parece que estamos condenados a ser el “vecino incómodo” de Estados Unidos, y que en los años venideros seguirán invirtiendo enormes cantidades de dinero en “Iniciativa Mérida” y en todas las iniciativas que faltan. También podemos esperar más incidentes diplomáticos como la “Ley Arizona”, y declaraciones non gratas que pongan en evidencia el descuido en el que se encuentran los estados fronterizos. Y todo esto va a suceder porque, sin importar cuánto dinero se destine al combate del crimen organizado, el contrabando de armas de Estados Unidos a México seguirá siendo un negocio muy lucrativo y prácticamente sin regulación. Así que, Napolitano tiene toda la razón cuando dice que ha escalado la violencia en la frontera. Pero le faltó decir que esa violencia se hace con armas 100% norteamericanas.