En enero de 1992, un buque de carga que había zarpado de Hong Kong rumbo a América se averió en medio del Océano Pacífico, cerca de la línea internacional de cambio de fecha, donde se separan los hemisferios occidental y oriental. Por culpa de los violentos balanceos del barco, algunos de los contenedores se desprendieron de sus amarras y cayeron al agua, esparciendo un poco más de 29.000 patitos de plástico para jugar en la bañera.
Empujada por el viento y las corrientes oceánicas, esta flotilla de patos amarillos empezó una de las travesías más grandes del mundo y que ahora puede estar llegando a su fin. Al cabo de más de 11 años y varios miles de millas, los científicos creen que los juguetes han seguido su camino hacia la costa occidental de Norteamérica, a través de las aguas heladas del Polo Norte, y que probablemente se encuentren en su recorrido final por el Atlántico Norte. Cualquiera de estos días podrían aparecer en las costas de Gran Bretaña o Galicia.
El recorrido no ha sido precisamente un crucero de placer; los juguetes también han trabajado durante su viaje. Observando el lugar y el tiempo en que aparecen las criaturas de plástico en las playas, los científicos han podido estudiar las corrientes oceánicas de una manera que no había sido posible antes. Además de haber ayudado a los expertos a conservar las reservas de pescado y a entender mejor los efectos del calentamiento de la Tierra, los patos y sus amiguitos de plástico han colaborado incluso en la investigación de varios asesinatos durante el viaje.
El oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer les ha seguido la pista por el Polo Norte y el Atlántico, y asegura que algunos llegarán a España. “Sabemos muy poco de la forma en que los vientos y la corriente empujan a la deriva objetos como barcos abandonados y cuerpos humanos”, dice Curtis.
Y es aquí precisamente donde entran en escena los juguetes. Ebbesmeyer y su colega, James Ingraham, un científico del Servicio de Pesca de la Marina Nacional, han registrado cuidadosamente las veces que los juguetes han sido vistos. El primer informe tuvo lugar en noviembre de 1992, cuando aparecieron seis en Alaska, a 3.200 kilómetros del lugar donde cayeron al océano. El dúo puso en alerta a los encargados de limpiar las playas, a los fareros y además puso un anuncio en los periódicos locales. Al año siguiente consiguió seguir la pista de cientos de juguetes a lo largo de 850 kilómetros de costa.
Ebbesmeyer e Ingraham introdujeron los resultados en un programa de computadora, diseñado por este último, para simular el movimiento de la superficie del mar cuando ésta es sacudida por los vientos. El modelo informático, llamado Oscur (Simulador de Corrientes de la Superficie Oceánica), utiliza mediciones de presión atmosférica que se remontan a 1967 para calcular la velocidad y dirección del viento, así como las corrientes producidas en la superficie.
Los informes de los juguetes fueron útiles en dos sentidos: en primer lugar, permitieron a los especialistas comprobar los resultados de su modelo informático y mejorarlo. Al determinar con precisión el lugar exacto donde cayeron al mar según el cuaderno de bitácora del barco, Ebbesmeyer e Ingraham pudieron comprobar la exactitud de las predicciones de la computadora acerca del lugar y la fecha en que tocarían tierra, y la coincidencia con los hallazgos actuales en la costa de Alaska.
En segundo lugar, los investigadores programaron la simulación por computadora para unos años más adelante y, de esa forma, poder ver hacia dónde se dirigirá la minúscula flota.
La computadora ha predicho que algunos deben estar probablemente flotando en dirección sur rumbo el este asiático y Hawái. Otros deben estar navegando hacia el norte, pasando por el Mar de Bering. Desde este punto las corrientes deberían haberlos conducido, a través del Estrecho de Bering, al Océano Ártico a mediados de los 90.
Roberto Perrusquia