La maternidad es una montaña rusa

Mi abuela materna solía decir que no hay corazón desocupado, refiriéndose a que todos tenemos en algún momento alguna aflicción. Durante estos meses me ha quedado claro que el embarazo y la maternidad es como una montaña rusa en la que puedes sentirte muy feliz, eufórico, divertido y entusiasmado pero también con náuseas, asustado, temblando y hasta gritando o llorando.

No puedo quejarme, en general he tenido un buen embarazo en comparación a las historias de terror que circulan por ahí y considerando las ideas catastróficas que tenía al respecto de esta etapa (por ejemplo y por la experiencia que había vivido hace algunos años, ya me figuraba que me pasaría la gran parte del embarazo encamada). Como todo en la vida, he tenido días muy buenos y felices y otros no tanto.

¡Que susto!

Hace una semana hemos pasado el primer susto como padres primerizos. Había tenido una semana agitada, llena de actividades y emociones, RRO y yo estábamos disfrutando de un momento a solas como pareja cuando un sangrado abundante se hizo presente. Sin entender que estaba sucediendo y tratando de mantener la calma salimos corriendo al servicio de urgencias médicas. Ya era tarde, llovía, los nervios nos jugaban una mala pasada y no lográbamos encontrar el hospital al que nos dirigíamos, RRO había olvidado su cartera y el celular y yo traía la batería baja en el mío.

“Calma, todo estará bien” me repetía una y otra vez; sentía que el bebé se movía y no tenía dolor (sólo sangraba) así que me consolaba pensando en que tal vez no estaban tan mal las cosas. Logramos llegar al hospital y afortunadamente nos atendieron rápido. Una doctora muy amable me revisó y me tranquilizó. El bebé está bien, sólo fue un pólipo que se formó en el cuello uterino que reventó y se desprendió lo que causó el sangrado. ¡Uff que alivio! Sin embargo, nos comentó que ella veía que el cuello era pequeño y que tenía que irme con mucha calma las próximas semanas.

Tenemos que llegar al menos a la semana 36 y para eso faltan cuatro semanas. Las indicaciones médicas fueron un esquema de maduración pulmonar, un medicamento que inhibe las contracciones del útero y reposo.

El tema del reposo me ha tenido fuera de circulación y en casa casi diez días que no han sido propiamente unas vacaciones a pesar de tratar de mantener una buena actitud. El medicamento me hace sentir taquicardia, ansiedad y por momentos me tiemblan las manos, no encuentro acomodo en la cama, se me entumen y acalambran los brazos, no poder hacer gran cosa me hace sentir tan inútil y las hormonas juegan con mis emociones de cuando en cuando.

Me he sentido “enferma” y no lo estoy. Me dicen que disfrute el reposo y estar en casa pero en estas condiciones es un tanto complicado y la verdad poco disfrutable. La experiencia de ese sábado y este tiempo de reposo me han dado para pensar en mil cosas.

El bebé está bien y yo también, sin embargo para continuar así tengo que cuidarme aún más en las próximas semanas.

He pensado que esto de la paternidad y la maternidad no sólo implica la gran responsabilidad de tener a tu cargo a otro ser humano, sino también el compromiso de asumir un mayor cuidado de nosotros mismos que nos permita estar en las mejores condiciones para los pequeños el mayor tiempo posible. Creo que de una u otra forma se atiende lo primero y poco se asume lo segundo.

Nuestro estado de salud tiene algunos componentes que salen de nuestro control, sin embargo hay cosas que sí están en nuestras manos, como aquello con lo que nutrimos nuestra existencia y nuestro cuerpo, el hacer ejercicio, las horas que dormimos, las relaciones sanas con los demás, mantener una buena actitud, una mente abierta y positiva, el trabajar con nuestros demonios internos, manejar el estrés y tener una vida con propósito y proyecto, por mencionar algunos aspectos que sería prioritario cuidar y que de paso estaríamos siendo buen ejemplo para nuestros hijos. Cuidar de nosotros es cuidar de ellos también.

He pensado en lo afortunada que soy de contar con RRO como pareja, con mi familia y con los amigos que en la emergencia estuvieron ahí apoyando y dando contención. Sin duda, no hay como agradecer la compañía y ayuda en los momentos intensos de la vida, son una gran bendición.

Por delante quedan algunas semanas en las que tendré que ir en otra revolución, más despacio, un gran reto para quien la vida ha sido un correr constante. Cada día está más cerca el momento de tener a mi pequeño en mis brazos pero aún no es tiempo, así que a caminar despacio e ir con tiento.