La revancha: 250 mil cosas que odio de ti

En mi colaboración pasada hice un compendio de las 10 cosas con las que los hombres logran despertar la leona dormida que traemos dentro las mujeres; pues bien, en estricto sentido de equidad le pregunté a mis queridos amigos que cosas que hacíamos las bellas y hermosas damitas los hacían perder el juicio.

Yo pensé que se iban a tardar en decirme, que tendrían que buscar por debajo de las piedras razones que los sacaban de quicio pero ¡oh sorpresa! Resulta que… prepárense queridas mías para una verdad inaudita… ¡No somos perfectas!

Y lo que es peor aún, no son 10, no son 20 ni 30, son muchas más las razones que hacemos que se les volteen los ojos y ¿sabes que fue aún más sorprendente? Que todo tiene que ver con lo exagerado con que a veces tomamos las cosas y/o nuestros sentimientos a flor de piel.

Bueno sin más preámbulo he aquí las 250 mil cosas (por cuestión de espacio sólo pongo algunas) que ellos más odian de nosotras:

Que TODO, todo, todo se lo tengamos que platicar/consultar a nuestras amigas o mamás. Que hayamos sustituido las idas al baño en grupo por los chats masivos.

Que pensemos que ellos son adivinos o magos y que leen nuestro pensamiento; que saben cuándo un “no” es realmente un “sí” y cuando un “sí” es un “más o menos”. Odian que los castiguemos o juzguemos como poco románticos o insensibles porque ¡no supieron que era lo que queríamos!

En este mismo sentido, siguen sin comprender porque la palabra “nada” es todo menos eso y ellos tienen que descubrir el verdadero significado. “¿Qué tienes?” “Nada”, “¿Qué piensas?” “Nada”, ¿Por qué estás enojada” “Por nada”. Pero que además, pensemos que son videntes: “¿Por qué no lo viste venir? ¿No sabías que eso iba a pasar?”

Que crean que cuando hay sexo hay amor. Un querido amigo me decía que las mujeres somos las únicas que pensamos que después de una película pornográfica los dos protagonistas se van a casar.

Que tardemos horas en arreglarnos y luego llegue el momento del juicio final con la pregunta “¿Cómo me veo?”. Ellos han descubierto que todavía no se inventa la respuesta ideal.

Por supuesto odian la impuntualidad femenina, y más cuando vamos medio hora retrasadas y les echamos la culpa o decimos frases como: “¿ya encendiste el coche y lo lavaste? porque voy tarde al desayuno de cumple de mi secre”

La exageración llevada al extremo y que pensemos que si no nos hablan es porque ya nos olvidaron; que si no responden un mensajito de whatsapp o messenger es porque nos están ignorando o están platicando con otra.

Mención especial merecen las redes sociales. Les pedimos ser sus amigas de Facebook o los comenzamos a seguir en Twitter para stalkearlos a ellos y a sus ex y a sus “amigotas”, información que usarán en su contra, inventando historias ficticias de coqueteo o incluso infidelidad.

Que los hagamos decir la verdad o confidencias o hablar de las ex para luego usar la información como arma letal.

La ironía al final de las frases, violencia psicológica que llaman, del tipo: “¿Ya le hablaste al carpintero? o ¿también quieres que lo haga yo?”.

Que cuando ya estamos casados descuidemos el aspecto personal, y dormamos con playeras gigantes o andemos en pants todo el día.

Que hagamos preguntas serias en momentos inapropiados como la mitad de un partido de fútbol.

Odian el síndrome de la Secretaria, ese que hace que les acomodemos toda la agenda del fin de semana sin preguntarle si pueden o quieren.

Que el sexo sólo sea cuando nosotras estamos de ánimo y si ellos algún día la aplican, empecemos a llorar diciendo: “¿ya no te gusto verdad?”.

Odian a la espía que todas traemos dentro y que hace que hurguemos en sus teléfonos y computadoras. El que busca encuentra, nos advierten.

Que malinterpretemos el feminismo a nuestra conveniencia y que entonces un día seamos mujeres independientes y el otro día nos quejemos que no nos procuren.

Que no agradezcamos cuando deciden aplicar su talento culinario y los critiquemos que dejan la cocina como si hubiera pasado un huracán.

Que las mujeres seamos históricas (e histéricas) y siempre les estemos echando en cara el pasado.

Que no comprendamos o les digamos demasiado que no son multitask.

Que las mujeres digamos “como tú quieras” “a donde quieras” pero cuando lo hacen cambiamos la jugada.

Que lloremos de todo y nos quejemos de todo.

Que nos las pasemos criticando a nuestras amigas pero que si ellos hacen un comentario parecido montemos en cólera porque criticamos a nuestra amiguis.

Que pensemos que son huérfanos, solitarios, que no tiene amigos y amigas, compañeros y compañeras de trabajo y que viven solo para su pareja.

Odian toda la clase de pretextos para no hacer el amor.

Finalizo con una frase que un amigo me compartió: “Napoleón decía que las únicas batallas que se ganan huyendo son contra las mujeres. ¡Qué razón tenía!”