Poner un ultimátum a la empresa donde trabajaba, esperando que sea atendido, es un exceso de soberbia que en el caso de Carmen Aristegui pagó con su despido definitivo de la empresa MVS Radio.
Los propietarios de MVS estaban hasta la coronilla de que usara como propia una empresa que no le pertenecía, ella sin pedir permiso se agregó a un proyecto que no es afin con los lineamientos de la empresa que le pagaba su sueldo, nada despreciable, de 1 millón 200 mil pesos al mes.
Pudo salvar su puesto y su sueldo, aceptando que se equivocó y ofreciendo una disculpa, habría desarmado a los dueños de MVS. Ella fue más allá, la soberbia la venció y puso un ultimátum que la empresa no aceptó, porque sencillamentente es propietaria de los medios de producción y Aristegui una empleada.
Dando patadas de ahogada Aristegui dijo que su despido “se planeó con mucha anticipación”, que fue un golpe a la libertad de expresión dado por el gobierno, supuestamente derivado del reportaje de la “casa blanca” de Las Lomas.
MVS la desenmascaró, al sacar a la luz pública las condiciones de su contrato, y demostrar que semanas posteriores al reportaje de la “casa blanca” le cambiaron la camioneta que usaba por una nueva, de lujo como la exigió, del doble del costo de lo estipulado en el contrato, también le aumentaron el sueldo a ella y su colaboradores.
Con ello se demuestra que salida no se planeó con antelación. No hay nada detrás, solo se trata de una empleada que se confió en su poder, y a la que la soberbia la venció.
Aristegui quedó desarmada, aniquilada, no podrá demostrar sus dichos, por el contrario no pude negar lo demostrado por MVS sobre sus ingresos y prestaciones.
MVS no aceptó el chantaje de Carmen que exigía, para llegar a un acuerdo, que reinstalaran a dos reporteros que fueron despedidos por anunciar que MVS se asociaba con MéxicoLeaks. No supo valorar lo que tenía y aceptar que se equivocó.