Las 3 claves para ser feliz en un matrimonio

El escritor y comentarista Adam Gopnik compartió con la BBC su fórmula personal para ser “felices para siempre” en un matrimonio.

Cualquier persona que dice conocer las reglas para un matrimonio feliz no tiene un matrimonio feliz. Esa es una verdad universalmente reconocida, o por lo menos debería serlo.

En 1838, Darwin hizo una irresistible serie de notas sobre el tema del matrimonio, con sus pros y sus contras.
Entre los puntos “en contra” del matrimonio, apuntó el “gasto y la ansiedad de los niños” y el hecho de que un hombre casado no puede estar haciendo “travesuras”.

A favor del matrimonio, incluyó la adquisición de una “compañera constante y una amiga en la vejez”, y de forma memorable y concluyente, decidió que una mujer era “mejor que un perro, de todas formas”.

Los Darwin tuvieron lo que se conoce como un matrimonio ideal. En su lecho de muerte en 1882, el distinguido científico, que había alterado por completo el razonamiento del mundo y lo sabía, se limitó a decir: “Mi amor, mi amor precioso”.

¿Cuál fue su secreto? Mi teoría es que los matrimonios felices, como el de Darwin, se componen de una fórmula estable e inmutable de lujuria, risas y lealtad.

Sin duda, los Darwin tenían lujuria –diez niños en 17 años lo comprueban– y también risas. A Emma le encantaba burlarse de la pasión obsesiva de Charles por las teorías.

¿Y la lealtad? Pues bien, a pesar de la fe cristiana de Emma, que estuvo a su lado durante todas las guerras evolutivas, ella hizo lo que solo una esposa fiel podría hacer: fingió que no estaba en casa cuando vinieron los periodistas alemanes a buscarlo.

Si bien los matrimonios se componen de lujuria, risa y lealtad, los tres factores tienen que desarrollarse transitivamente, hacia adelante y hacia atrás, de modo que si alguno se desploma por un tiempo, los demás suben.

La lujuria, supongo, no necesita ser definida ni explicada. Tampoco la capacidad de reír. La alegría más grande de la vida es descubrir que las mismas cosas que nos parecen ridículas, le parecen ridículas al otro.

Lo complicado es que el matrimonio se juega sobre un campo inclinado, en el que todo fluye cuesta abajo hacia la lealtad.

Todos los hemos visto. Matrimonios que perdieron la lujuria hace años, y la risa se quedó en la década de 1990, pero que continúan funcionando únicamente por lealtad.

La lealtad puede mantener a un matrimonio, pero no felizmente, y no por mucho tiempo. Y entonces la gente intenta una y otra vez regresar de la lealtad a la lujuria y revivir la pasión que perdió en el camino.

¿Es mejor un espos@ que un perro? ¿Qué opinas?

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