Letizia Ortiz, de plebeya a Reina de España

Letizia Ortiz Rocasolano nació un 15 de septiembre de 1972 en Oviedo. Tiene 41 años. Nació en el seno de una familia de estrato social medio, la mayor de tres hermanas.

Su infancia transcurrió en un entorno normal, educada por dos profesionales liberales (él periodista, ella enfermera) que le enseñaron el valor del esfuerzo como método para destacar en la vida.

Doña Letizia, dicen, no ha hecho otra cosa desde que llegó al Pabellón del Príncipe que intentar convertirse en la mejor Princesa de Asturias. Emulando el mejor elogio que siempre le dedican a su esposo, ha pretendido ser la Princesa más preparada.

En el mes de noviembre de 2003, se anunció su compromiso con el Príncipe Felipe. Desde ese momento, Doña Letizia abandonó su piso de 60 metros cuadrados en Valdebernardo (Madrid) para mudarse al área de invitados del Palacio de La Zarzuela.

Dejaba atrás su pasado como presentadora de los informativos de La 1, un ex marido (el profesor Alonso Guerrero), una vida independiente, para pasar a ser analizada hasta el cansancio e iniciar una vida completamente nueva.

En Zarzuela comenzó a trazar su propio camino como consorte del Príncipe, a base de muchas horas de estudio que incluían protocolo, idiomas, refuerzo de Historia de España, y renuncias personales. La más importante, a su profesión.

Para Felipe de Borbón, como para sus propias hijas, las Infantas Leonor y Sofía, de ocho y siete años, el aprendizaje del oficio comenzó en la infancia. El suyo a los 31 años.

El 22 de mayo de 2004, tras su boda con Don Felipe de Borbón, se convirtió en Princesa de Asturias. Si su antecesora, Doña Sofía, portaba el ADN monárquico por sus cuatro costados, a Letizia Ortiz le tocó devorarlo y digerirlo en el menor espacio de tiempo posible.

Cree que falla la comunicación, y está limando sus apariciones públicas, trabajando su naturalidad para enmendar las encuestas, que no le son especialmente favorables. Es, junto al Rey, el miembro de la Familia peor valorado por el pueblo.

Será, dicen, una buena reina. Preocupada por los estamentos de la sociedad más lejanos a la Monarquía. Es un empeño no sólo suyo, sino del resto de las reinas plebeyas de Europa que, como Máxima de Holanda, están enraizando la institución a las aceras.

Y tiene otra labor igualmente importante: educar a la Infanta Leonor en su camino a la Corona mostrándole los dos lados de la vida que ella tan bien conoce. Sin cuentos de princesas.

Fuente: El Mundo.es