Leyenda del cine, símbolo sexual e icono de una generación inconformista, el rebelde James Dean ganó con su muerte un sitio en el edén del celuloide donde su recuerdo burla la vejez en el 80 aniversario de su nacimiento. Tres películas, cuatro años de carrera y un final dramático le bastaron al prometedor Jimmy, como le conocía todo el mundo, para pasar de ser un chico de granja a un mito sin fecha de caducidad. Nunca nadie consiguió tanto en tan poco.
La industria de Hollywood, quedó encantada con ese actor de impronta imborrable tras el debut de “Al este del Edén” (1955), primer filme en el que Dean aparecía como protagonista después de trabajar de extra en seis producciones anteriores. Cinta dirigida por Elia Kazan que supo ver el potencial de un intérprete que luchaba por sobrevivir en una profesión en la que el actor se estrenó haciendo anuncios de refresco.
Al rodaje de “Al este del Edén” le siguieron casi de inmediato “Rebelde sin causa” y “Gigante”, filme que concluyó su grabación un día antes de que aquel joven actor de 24 años falleciera inesperadamente. Por motivos contractuales con Warner Brothers, Dean tenía prohibido participar en competiciones deportivas, especialmente carreras de coches, mientras estaba trabajando en un papel, por lo que tuvo que esperar al final de su última película para subirse a su bólido y dirigirse hacia un evento automovilístico.
El próximo fin de semana en Fairmount, localidad en la que se crió, próxima a Marion, sus incondicionales seguidores volverán un año más a recordar su figura con motivo de su 80 cumpleaños a través de un ciclo de cine con las proyecciones que dejó Dean para el recuerdo, por su puesto, sin arrugas y sin canas.