El bebé británico Charlie Gard, cuya rara y mortal enfermedad genética desató un debate mundial, murió este viernes en un hospicio del Reino Unido tras ser desconectado de las máquinas que lo mantenían con vida artificialmente, según informaron sus padres a medios locales.
Sus padres, Connie Yates y Chris Gard, juntaron más de 1,3 millones de libras (1,7 millones de dólares) para llevarlo a Estados Unidos a fin de que recibiera un tratamiento experimental que creían prolongaría su esperanza de vida, pero los doctores del bebé en el hospital Great Ormond Street se opusieron. Dijeron que el tratamiento no lo ayudaría y que solo le iba a causar más dolor. La disputa terminó en manos del tribunal.
La pareja no logró ganar una disputa legal con las autoridades de su país para probar un tratamiento experimental en Estados Unidos.