Hace unas semanas una mujer paseaba por Facebook y encontró la siguiente foto publicada en la página de una de sus amigas.
Hizo clic en el enlace y descubrió abrigos y sudaderas con precios IMPRESIONANTES.
¡Las camisetas costaban entre 136 y 200 pesos con unos diseños increíbles! ¡Las sudaderas entre 200 y y 250 pesos! ¡Y los abrigos no llegaban a los 500 pesos!
La empresa que enviaba la ropa llamada NastyDress, ofrecía envíos gratuitos a todo el mundo por sólo 18 pesos.
La mujer llenó su carrito virual de prendas y buscó referencias, solo un mal comentario encontró.
Al ver que aceptaba pagar con PayPal, se animó.
Después de dos semanas el paquete llegó, se lo entregó la empresa DHL, cada paquete tenía número de referencia por lo que controlaba por donde pasaba, de Singapur a Hong Kong hasta Ohio, y le aparecía la fecha en que llegaría finalmente.
Le faltaron dos artículos. Uno de ellos sí había embarcado, pero con otra empresa, así que no pudo localizarlo. Del otro no se sabía nada. Pero al ver la cantidad de ropa que le había llegado y lo barato que había salido, no le importó.
Al abrir el primer paquete encontró su abrigo gris, el cual le había encantado:
La mujer midió acorde a sus medidas, comparó las que venían en la prenda y ordenó una talla más, para que no hubiera ningún tipo de error.
“Cuando llegó el abrigo, parecía algo diferente al de la foto. No era de “lana”, sino de vellón… Pero era bonito. Me lo probé ansiosa” mencionó en su blog Lindsay Ferrier.
Ufff. Era evidente que no me quedaba bien. Aparte de que estaba hecho para una persona sin pecho, las mangas me quedaban cortas. Volví a mirar la etiqueta. Talla grande. ¿¡Talla grande?! “Será talla grande para NIÑOS”, resoplé. Y se me encendió la bombilla.
“¡Punky!”, grité.
“¿Qué, Mamá?”, contestó mi hija de 10 años.
“¡Ven!”, dije, “tengo algo para ti”. Mi hija subió y sonrió de oreja a oreja cuando le pedí que se probara el abrigo.
“¡Me encanta!”, lloró al verse en el espejo. Y sólo pude pensar. Le quedaba mucho mejor que a mí.
“Te lo puedes quedar”, le dije. Y se puso a dar saltos de alegría.
“¡Gracias, Mamá!”, me contestó, “¡me gusta mucho!”.
“Mejor quédate un momento”, le pedí, mientras miraba de forma sospechosa las demás prendas. “Quizás consigas más ropa”.
Efectivamente, este “Vestido elegante” también acabó en sus manos. Al ver la foto, pensé que quedaría genial con leggins y botas y, de nuevo, había pedido una talla más grande para asegurarme. Lo cogí del montón y me lo probé.
¿Qué?
La fotógrafa (mi hija) no pudo aguantarse la risa.
No podía ser el vestido de la foto. La parte de la falda medía 5 centímetros de largo. Era la talla de una muñeca.
“Toma. Pruébatelo”, murmuré al quitármelo.
NO era JUSTO. Hasta ahí, Punky: 2. Lindsay: 0.
Tenía mis esperanzas puestas en el jersey escotado, pero cuando desenrollé el envoltorio de plástico, me di cuenta de que me había vuelto a equivocar con la talla.
El escote no era exactamente un escote… Y me quedaba mucho más corto que a la modelo de la foto. Qué sorpresa.
También tenía algún agujero y a las mangas le colgaban algunos hilos. FAIL.
Mi hija, por su parte, pensó que le quedaba fabuloso. Le cortó los hilos, cosió el agujero y se lo puso para ir al colegio al día siguiente. MIERDA.
“No seas presumida, Punky”, le dije. “Estoy segura de que esto me lo quedo”. Tenía pinta de ser más grande que todo lo anterior, así que me lo imaginé con unos leggings o unos jeans ajustados.
Por increíble que parezca, me entraba. Pero se me marcaban las caderas. No me sentaba demasiado bien.
Bueno, estaba decidida a quedármelo. ¡ME QUEDABA BIEN! ¡ME QUEDABA BIEN! Y punto.
“¿Me lo puedo probar, Mamá?”, preguntó Punky. Dudé un momento. Lo cierto es que si me lo hubiera probado en una tienda, nunca JAMÁS me lo habría comprado.
“Está bien”, suspiré. “Vamos a ver cómo te queda a ti”.
Por supuesto, le quedaba genial. POR SUPUESTO.
Así que se añadió al montón de ropa de Punky. Mi situación pintaba muy mal.
Mi última prenda era la “chaqueta de punto”.
En cuanto vi la foto, me encantó. Era preciosa.
Hasta que me la puse.
Preciosa en la foto, porque a mí me quedaba rabona. ¡¿Cuánto medía la modelo?!
Me la quité y se la pasé a mi hija sin dudar.
¡Qué injusta es la vida!
Vamos.. Se supone que las hijas tienen que animar a las madres cuando están deprimidas.
“Toma la ropa Y VETE”, le dije con la voz entrecortada. Ahora mi hija tenía un armario repleto de ropa moderna. ¿Y yo? Qué tenía yo? No tenía nada. NADA.
“¿Qué te he hecho yo, NastyDress?”, susurré. Entonces me tiré a la cama y me pasé el resto del día llorando.
En resumen, quiero recomendar NastyDress a todas las que tengan una talla de niña de 10 a 12 años, siempre que no les importe que la ropa venga con agujeros e hilos sueltos, y teniendo en cuenta que la foto de la prenda que estan pidiendo sólo es una aproximación vaga de cómo es la prenda EN REALIDAD (si se la pusiera una muñeca).
También deberían saber que, aparentemente, hay muchas más webs que forman parte de la misma compañía y ofrecen exactamente la misma ropa (por ejemplo, SamiDress.com, DressLily.com y RoseWholesale.com, por citar unas cuantas). Los lectores de Singapur me han dicho muchas veces que NastyDress está registrado en China, pero todos los artículos que recibí venían de Singapur. ¿Qué puede significar esto? Ni idea.
La conclusión que saco es que la próxima vez que tenga muchas ganas de ropa barata, probaré con Forever 21.
En cambio, mi hija ha añadido un punto más a su lista de regalos navideños: ¡MÁS ROPA DE SINGAPUR!
¿Los Reyes Magos conocen NastyDress? Supongo que habrá que esperar para descubrirlo…
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