Murió Cesaria Evora, la diva de los pies descalzos

Le daba lo mismo cantar en una taberna o en un gran auditorio. Cesaria Evora siempre subió a los escenarios con los pies desnudos.

Era su forma de homenajear a los más desposeídos, pero también al mar con el que creció desde niña, en la isla San Vicente (Cabo Verde). Era su conexión también con la memoria de los esclavos. “El mar lo es todo para nosotros. Nos trae saudade por las personas que se van. Es nuestra única riqueza: en Cabo Verde, el 30% vive por debajo del umbral de la pobreza”, solía decir la cantante de voz grave y melancólica, que ayer dejó de existir en el Hospital Baptista de Sousa, en Mindelo, por “una insuficiencia cardiorrespiratoria aguda y una tensión cardíaca elevada”, según el parte médico.

Tenía 70 años. Aunque había sido operada a corazón abierto en 2010, era una fumadora empedernida y se negaba a abandonar los escenarios. Cantaba en crioulo, recreación del idioma del colonizador. Pero a fines de septiembre y tras una serie de conciertos en París, se dio cuenta de que era la hora de parar. “La vida sigue. Hice lo mejor que podía”, fueron sus palabras de despedida. Radicada en Francia, había decidido hace muy poco volver a su país. Algo le decía que serían sus últimos días.

Blues caboverdiano

Nacida el 27 de agosto de 1941, si Cise (así le decían los amigos) le cantó a la tragedia es porque la vivió en carne propia. Hija de una cocinera y de un violinista, vio morir a su padre cuando tenía siete años y fue educada por las monjas de un orfanato del que arrancó. A los 16 años, su enamorado descubrió su vocación. “El estaba tocando la guitarra y yo me puse muy bajito a seguir la melodía. ‘Saca la voz’, me dijo, y aquí estoy”, contó Evora.

Sus primeros shows fueron en plazas, tabernas y bares. Acompañada por su hermano en el saxofón, bailaba entre las mesas a cambio de escudos, pero no le alcanzaba para vivir. En 1975 desistió de la música por una década. Adicta al aguardiente local, el “grog”, la voz que popularizó el blues de Cabo Verde vivió sus años más negros.

Fue el productor francés José da Silva quien rescató a “La reina de la morna” (hermano del fado portugués, la modinha brasileña, el tango argentino y el lamento angoleño). Convencido de su talento, la llevó a París para que grabara su primer disco en 1988, La diva de los pies descalzos, que es como se presentaba en los escenarios.

Así también lo hizo en 2009, en el Teatro Caupolicán. Vestida con collares, medallas de santos y anillos que sonaban como castañuelas doradas, Evora destiló música, rió como una niña, encendió un cigarrillo, bebió un vaso de coñac. Eran los momentos en que recuperaba el tiempo perdido, ya que sólo desde el lanzamiento del álbum Miss Perfumado, en 1992, fue que a sus 50 años se volvió una figura internacional.

Compartió escenario con Compay Segundo, Salif Keita y Caetano Veloso. Ganó un Grammy en 2004 por Voz d’amor y subió a palcos de EE.UU., Japón, Suecia y Australia. Estaba ahí cuando tuvo un infarto cerebral en 2008. Desde entonces ya intuía cuál era la estrofa que venía.

Fuente: La Tercera