Piezas prehispánicas en contacto con la muerte

1. Mictlantecuhlti

Se exhibe en el Museo de Sitio del Templo Mayor. Fue hallada (junto con otra muy similar) justo “debajo de la calle de Justo Sierra”, en lo que vendría siendo el sótano de la Librería Porrúa, a un costado de la zona arqueológica custodiada por el INAH, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Elaborada en barro (y dispuesta en tres secciones -piernas, torso y cabeza-) esta espectacular imagen del señor de los difuntos debió haber estado toda estucada y pintada en colores primordialmente rojos (incluso con sangre); de su cabeza debieron caer mechones de pelo los cuales emanaban aterradoramente de las oquedades que luce en la parte superior del cráneo.

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2. Máscara cráneo

Se exhibe en el Museo de Sitio del Templo Mayor. Para muchos investigadores, esta pieza debió haber funcionado como una especie de máscara mortuoria pues, en algunas zonas, muestra oquedades por donde seguramente pasaba algún cordel que permitía sujetarla al rostro de un sacerdote o bien de un alto dignatario ya fallecido durante sus ceremonias “de despedida”. Lo que es un hecho es la impactante reacción que produce en el espectador el ver “cómo un cuchillo (de pedernal) corta de tajo y de forma brutal, el aliento del personaje que poseyó el cráneo en vida”.

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3. Urna funeraria

Se exhibe en el Museo de Sitio del Templo Mayor. Este vaso-urna se encontró junto con otro muy similar durante los trabajos de rescate del templo de Huitzilopochtli. De acuerdo con investigadores, los personajes que lucen en su parte frontal, se tratan de Xiuhtecuhtli, el viejo dios del fuego, señor del año, y de Tezcatlipoca, la oscura deidad que patrocinaba el impulso viril de los hombres y que, para la época mexica, se consideraba una advocación del mismísimo dios de la guerra.

La relación de la muerte con este par de objetos es que, de acuerdo con algunos estudios, en el interior de los mismos fueron identificados restos de cenizas. Lo que permite asociar a la pieza con el ceremonial que los aztecas llevaban a cabo para mantener vivo, en estos recipientes, el espíritu o esencia de sus altos jerarcas militares o bien de sus sumos gobernantes.

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4. Estructura del Tzompantli

Se aloja en la zona arqueológica del Templo Mayor. Según las crónicas de los conquistadores, este tipo de estructuras, no en piedra (seguramente un monumento religioso como lo que vemos aquí), sino de pértigas de madera con cráneos reales incrustados en ellas, servían a los mexicas para, mediante la intimidación, demostrar que si algún pueblo no se alineaba al orden político militar que dictaba la ciudad de Huitzilopochtli, ese sería el terrible final: la muerte de las tribus insensatas.

Eso lo sabían bien los embajadores de las poblaciones cercanas a Tenochtitlán, por ello trabajaban afanosamente para entregarles a los recaudadores aztecas el pesado tributo que exigían.

Se conoce que, durante la hecatombe que significó la conquista española, varias cabezas de soldados europeos (incluso de caballos) llegaron a ser exhibidas en estos macabros soportes como símbolo de que el pueblo del sol, se había dado cuenta de que el extranjero no quería más que los tesoros de la “capital entre los lagos”.

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5. Sacerdote de la Muerte

Se exhibe en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Se sabe que cuando esta escultura formaba parte de las colecciones del viejo Museo Nacional, hubo quienes aseguraron que la pieza era falsa. Sin embargo, una vez que fueron hallados los Guerreros Águila y los Mictlantecuhtli(s) del Templo Mayor, y constatar que la técnica en su elaboración era la misma (tres piezas de barro que, unidas, conforman al personaje), la escultura encontrada en la región de los valles de Puebla recobró valor y protagonismo.

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