Por tu culpa ya no como queso

Estar con una persona te marca de por vida (y por “estar” entiéndase amar). Poco a poco vas relacionando sensaciones, lugares y sabores con alguien. Cuando terminas esa relación, curiosamente descubres todas las cosas triviales que te traen recuerdos. Lo que sucede es que tenemos atención selectiva, que es notar cosas que nos interesan y cegarnos a las que tienen poca relevancia.

Si él te ayudó a superar tu fobia a los payasos, adiós chistes y fiestas infantiles hasta que lo superas; pero seguro la ley de Murphy hará que llegue el circo a la ciudad. Somos una lista de gustos y aversiones que determinan nuestra personalidad. En mí, por ejemplo, puedo enumerar el miedo a los hongos en el refri y el gusto por los perros.

¿Puedes hacer una lista de las cosas por las que te recordarán tus ex? Eso está muy bien, lo malo es anticiparse y saber que, si algún día ya no está contigo, te hará falta en cuanto se dé la media vuelta. Porque hay que aceptar que cuando eres muy feliz, hay un dejo de pesimismo o precaución que te deja ver cómo sería el futuro si algo sale mal.

Por eso hay que disfrutar todo mientras dure, para después seguir adelante llevando orgullosamente las cicatrices que te deja un buen amor.