Durante el verano, muchos ambientalistas estaban optimistas respecto a lo que significaría para Norteamérica el derrame de petróleo en el Golfo de México. Estaban seguros que la magnitud del derrame obligaría a re pensar el uso de combustibles fósiles. Pero, meses después, el asunto ha sido olvidado por completo.
Las consecuencias del derrame para la población en general, no fueron tan graves como algunos pronosticaron. De hecho, los hoteleros y restauranteros de la costa de Louisiana apenas vieron unas manchas de petróleo en sus costas; tampoco parece haber demasiado daño a las especies acuáticas.
Lo que sucede es que no tuvo el suficiente impacto económico para entrar en la agenda, ni de Demócratas ni de Republicanos. De hecho, la población de Louisiana estaba más enojada con el presidente Obama por detener las exploraciones petroleras cuando ocurrió el derrame; esta actividad es la principal actividad económica del estado, por eso ambos partidos repudiaron la medida.
Tampoco subieron dramáticamente los precios del gas o la gasolina. Si algo aprendimos de los norteamericanos con esto, es que un derrame petrolero es un desastre, pero que suban los precios de la gasolina es una catástrofe.
Con información de TIME