“¿Qué sabe de explosivos?”

-Qué sabe de explosivos?

-Sé usar C-4.

Así arrancó la negociación entre Manssor Arbabsiar y un presunto sicario zeta. Era el 24 de mayo de 2011 y ambos hombres se encontraron en algún punto del norte de México para discutir el asesinato del embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, Adel Al-Jubeir.

Arbabsiar había conocido al narcotraficante mexicano meses atrás, durante un viaje de negocios al norte del país. De alguna forma trabaron buena relación y volvieron a verse. El primero terminó por confiarle al segundo una operación de alta sensibilidad: la instalación de una bomba en un concurrido restaurante de Washington para eliminar al diplomático saudí.

Voy a necesitar al menos a cuatro muchachos para que me acompañen -dijo el narco mexicano.

No me importa cómo lo haga”, ordenó Arbabsiar, sin saber que estaba siendo grabado y que el narcotraficante al que había decidido contratar como asesino no era lo que aparentaba. No era ni zeta ni sicario. Era un informante conocido por con la clave CS-1 (Confidential Source One) a quien la DEA tenía en el bolsillo después de retirarle los cargos por venta de drogas en una corte estatal de Texas bajo la condición de convertirse en espía.

Arbabsiar nunca estuvo al mando de esa operación. El complot, que de acuerdo al Departamento de Justicia de Estados Unidos fue ordenado desde las más altas esferas del gobierno de Irán, fue descifrado desde un principio por Washington. En respuesta, los servicios de seguridad estadounidenses le tendieron una celada al iraní hasta atraparlo en septiembre pasado a bordo de un vuelo México-Nueva York.

Presentada esta semana ante la corte federal de distrito en Manhattan, la declaración jurada del agente especial del FBI, Robert Woloszyn, arroja pormenores adicionales, como que él es un criminal en la nómina y no un agente de la DEA ni integrante de Los Zetas.

Otros son: Arbabsiar tenía previsto pagar hasta un millón 500 mil dólares por el asesinato; el método para eliminar a Al-Jubeir sería una bomba; y la explosión con la que se pretendía lograrlo tendría que llevarse a cabo sin importar los daños colaterales, es decir, víctimas inocentes.

Para los iraníes, la operación también tenía un nombre clave desconocido hasta ahora: Chevrolet.

Fuente: Milenio

Foto: Telegraph