En este trayecto Loffer encontró muchos motivos suficientes para reencantarse de la vida, abrir su cabeza, aligerar su espíritu y, sobretodo, redimensionar aquellas cosas que lo mantenían en estado de depresión.
Tras la larga travesía, el espontáneo viajero aseguró que muchas de las experiencias, que por cierto documentó fotográficamente, le “transmitían un poco de vida”. En consecuencia, aquel que inició el trayecto como un tipo desesperado e insípido, regresó empoderado y agradecido.