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La cita era a las 7 y él llegó interesantemente media hora tarde -la tensión de hacer esperar a una mujer que se quiere acostar contigo es sobrevaluada en las relaciones, la verdad es que la susodicha algún día se cansa de esperar y se decepciona de pensar que el otro no tiene la misma prisa por verse-.

Ella lo recibe, como si no pasara nada y rápidamente hace el switch de alivianada para que no se ponga feo el encuentro. El siguiente reto: brincar la cara después de un día terrible en el negocio. Las ganas de tener sexo, no se huelen por ningún lado.

En fin cena y a ver qué pasa.

Un trago es suficiente para que él afloje la tensión y empiece a notar que ella se arregló para la ocasión y trae los zapatos que le gustan, los aretes que le hacen ver la cara más afilada y tiene un nuevo corte de pelo. Agrrrrrr, se siente completamente otra con su nuevo corte y el tipo no lo nota, ¡es increíble! -Te cortaste el pelo, Sabi, ¡wow, te ves bien! La cosa empieza a cambiar, promete, (en realidad es un amor pero el estrés de su trabajo y la hipertensión lo tiene molido).

Sabina quiere sexo esta noche, ¿es tan malo eso? La conexión con él es tan sabrosa que en realidad necesita poco para prender la maquinaria pesada, pero tiene que andarse con tiento para que él no se saque de onda y (jiji) no se le erecte.

-No te tenses Sabina, sale peor, se repite a sí misma y respira- fuuuu, fuuuuu, respira. Todo va bien, piensa, mientras habla de cualquier tontería.

Es terrible que cualquiera de los actos de Sabina afecten el desempeño de él, es como si no pudiera mostrar su humanidad o su mal humor porque se quedará sin sexo esta noche.

Algunos preferirían morir antes de aceptarlo, pero a la mayoría de los hombres en algún momento les sucede: antes le decían impotencia, ahora disfunción eréctil.

Muchas son las posibles causas: estrés, la edad, los antidepresivos y tranquilizantes, el balance en el cuerpo del hombre es tan delicado, que casi cualquier elemento puede afectar su erección…

(Continuará….)