Quickysexypedia, El ex amigo del ex amigo del Facebook

Recogió las llaves de la maceta donde él solía dejarlas y entró de puntitas a su departamento procurando no espantar al durmiente. Dejó los altos zapatos rojos que la habían metido en problemas 20 minutos antes (zapatos de tacón y tragos no son una buena combinación). Revisó sus rodillas y vio que en efecto había huellas del putazo. ¿Cómo las justificaría? Bueno, eso lo decidiría más tarde.

Se arrepintió de aceptar la invitación a llegar al depa de su novio después de la cena que tenía con su ex amigo pero le dio más pena cancelarle y como pudo, llegó.

Un rato antes Elena se estuvo revolcando con el mejor jinete que había tenido en toda la vida. Le encantaron las horas previas en el que él la cortejó insistentemente pero sin atosigar, poniendo la música que ella quería, preparándole tragos, uno tras otro, y haciéndola sentir confortable y bella, interesante y deseada: irresistible masaje al ego.

Quién diría que esa inocente salida con un ex amigo de un ex amigo encontrado en el Facebook daría para tanto.

Le encantó irse calentando del frío de la noche con el vodka, le encantó que la escuchara mientras ella se quitaba los zapatos y él sobaba sus patitas. Le encantó su proximidad y la sabiduría de sus manos. Las risas, la interminable plática y como a una distancia respetuosa él fue manipulándola para que a ella se le “ocurriera”.

Le encantó ir al baño y, mientras estaba sentada en el escusado, prepararse para coger. Limpiar su sudado trasero, de un día de caminar, con una toallita húmeda y ponerse un poco de innecesario perfume (en realidad le encantaba su olor a calentura pero no sabía si él opinaría lo mismo). Se toqueteó un poco.

Saliendo del baño, él, como si oliera su cachondez, la esperaba afuera muy serio. La tomó de la mano y la condujo a su cuarto mientras ella lo siguió descalcita y sin protestar ni preguntar nada. En dos patadas estaban encimados comiéndose todo el cuerpo con hambre, con gula, con canibalismo, con ganas de arrancarse los trozos de carne y devorar hasta los huesitos.

Se masticaron uno al otro, se bebieron sus líquidos y se penetraron por donde cupo lo que cupo sin pudor y sin memoria, sin platicar, sin verse a los ojos en una contorsión circense y desmadrada sin poder parar hasta que cayeron de cansancio… ella empapada en caldo de placer y él deslechado y pálido.

Diez minutos después la cordura regresó a sus cabezas y Elena recogió sus calzoncitos, su vestido, sus “papos”, su pudor y muy educada dio las gracias por tan agradable velada y se dispuso a partir. Él como buen caballero se ofreció a acompañarla a donde tuviera que llegar (en realidad pocas calles más adelante).

En cuanto Elena tocó la banqueta se dio cuenta de que estaba totalmente borracha e intentó disimular las eses que hacía al caminar, pero entre tanto aparentar no vio un bache en la banqueta y salió volando con todo y pudor, disimulo y sus altos tacones rojos. Rápidamente él saltó en su ayuda, la levantó como pudo y la orilló a la orilla en lo que ella se recuperaba, tratando de sobarle lo que se dejó. Elena no paraba de reírse del percance tapándose la boca porque estaba bajo la ventana del depa de su novio.

El jinete desbocado no aguantó las ganas al verla toda desmadrada y la puso contra la pared. A continuación, y con el mayor descaro, le metió los 25 centímetros, 3 pulgadas de ancho y acabado mate hasta dentro viéndola a los ojos y tapándole la boca mientras ella se desbarataba de placer y sus ojos se hacían de agua y miel.

15 minutos después Elena se metía en la cama de su novio con las rodillas raspadas, todavía con la borrachera a cuestas y con los restos de semen de aquel pelado. ¿Qué diría al otro día? Pues ya mañana lo pensaría. Mientras… tenía motivos para soñar.