Quickysexypedia: El orgasmo… es de quien lo trabaja

Violeta, entre africanas convulsiones se decide a festejar el Día del Orgasmo Femenino con una visita al paraíso.

La primera vez que Violeta sintió un orgasmo fue en un sueño húmedo-mágico-musical en el que estaba con un rockstar que la seducía a ritmo de Guns and Roses con ‘Sweet Child of Mine’. El galán musical la tomaba de las greñas y la hacía recibir su gran miembro mientras ella sentía un deseo desesperante y placer sin salida que no podía tener otra resolución que una gran explosión. Violeta despertó del musical sueño con la sensación de haber “llegado” a algún lugar paradisíaco, babeante y con la ropa interior mojadísima. Ahí supo que ESO, y no otra cosa, era un orgasmo, y nunca lo había sentido anteriormente; desde ese momento se dedicó a buscar esa sensación en la vida real.

Para encontrar ese “oscuro objeto del deseo” buscó de la manera tradicional, que uno crece pensando que es correcta, o sea cogiendo como conejo con los que se le pusieron al alcance. Quizá sí era asunto de tamaño y buscó penes grandes; quizá asunto de anchura y buscó penes gordos; quizá era por la rudeza del galán y practicó el hardcore, sado-maso amistoso. A lo menor era cosa de recibir las acometidas masculinas hasta el fondo o de encontrar al hombre con la forma precisa que embonara en su vagina. Violeta cambió de parejas buscando la “conexión cósmica” y al hombre heroico que aguantaría horas de sexo y la llevaría en su hermoso corcel por la pradera del placer hasta depositarla en la meseta del orgasmo, donde ella se quedaría feliz a cortar las flores del éxtasis.

Nada más lejano a la realidad. El héroe nunca llegó y gracias a que se dio cuenta de eso empezó, resignada, a buscar el orgasmo filosofal. Empezó tocando “su parte”, con un poco de hueva por hacerlo sola, buscó su clítoris escondido en su capuchón y se dedicó a sentir de qué lado era más sensible, la intensidad del toque más rica y la manera de moverse y ejercitar sus músculos vaginales para encontrar el ritmo propio que la llevaría al éxtasis. Tocó, ya más prendida sus sensibles orificios e hizo una conexión entre tocar el botón mágico y otros puntos: los pezones, el punto g (más difícil de encontrar) y la sensible puerta trasera. ¡Wuau!

Los orgasmos empezaron a llegar y no uno sino uno seguido de otro. Llegó un momento en el que su cerebro en realidad dejó de pensar en mil tonterías y sólo trajo al presente deseos, recuerdos y sensaciones sin censura. Después también esas ideas se apagaron y sólo quedó como una niña caprichosa en el presente instantáneo sobándose con intensidad acompasada, contorsionándose sin control. Ella sabía que pasaría algo y entendió por qué la gente tiene la urgente necesidad de avisar: ¡me vengo! En un preciso momento no pudo parar de acelerar y trepó a la meseta del orgasmo donde sola y feliz, acompañada más que de su propio ser, cortó las flores del éxtasis sintiendo que la serpiente de placer subía desde su vagina, pasaba por su pecho hasta la garganta reventando en un quejido animal incontrolable. La práctica hace al maestro y Violeta armada de herramientas supo que debía chambearle con más dedicación.

Después de un tiempo de prácticas constantes descubrió que siguiendo al visceral primer orgasmo, el segundo era de un discreto encanto como un de gatito dormido. El tercero en el que le dieron ganas de gritar y patear, precedió al cuarto que llegó suave como las primeras olas de la mañana junto al mar y el quinto era como una travesura y el sexto, llegaba ya casi sin razón, nomás por no dejarlo pasar… ahí dejaba de contar. Y así de chiquitos a grandotes el paraíso se le reveló ante los ojos del alma.

Lección 433: El orgasmo, mijita, es de quien lo trabaja.