Quickysexypedia: La mujer Mantis o la Yonqui Fantasy Lover

Aunque Soledad era yonqui de los hombres y siempre procuraba tener por lo menos una pareja de reserva, ella hacía honor a su nombre. Su verdadera adicción era al romance, a los primeros besos, a las primeras salidas, a los primeros calentones y al primer te quiero.

La realidad era que esa mujer lo que necesitaba era llenar su vacío interno y lo compensaba con los piropos, las atenciones y todos aquellos detalles que utiliza un hombre para cortejar a una mujer. Aunque la etapa de enamoramiento, que dura aproximadamente 6 meses, la envolvía en una nube rosa que la llevaba volando por los días, la oficina, la casa, los hijos y le permitía seguir funcionando en su cotidianeidad. Soledad también era previsora y gustaba de tener un relevo en la caja de bateo, un jugador con bat en mano para el clásico pisa y corre.

Los ojitos le brillaban cuando conocía a alguien y empezaba el coqueteo y los mensajitos a todas horas, las pupilas diariamente dilatadas por el cachondeo la hacían una yonqui que siempre esperaba por su siguiente “fix”. Sus días transcurrían armando citas, mandando textos, manteniendo al día a su rebaño de fans que siempre mendigaban un poco de cariño e, igual de yonquis, esperaban su dosis de “te quiero”.

Si Soledad ocupara todo el tiempo que dedicaba a buscar su droga, en actividades lucrativas, ya tendría una residencia en Miami. Pero para ella lo importante era mantener el estado alelado del amor.

La adrenalina y la oxitoxina que segregaba en el primer acostón le daba energía para soportar su vida. Pensar que el de turno sí era el hombre de su vida y él sí le cumpliría le llenaba la cabeza de mariposas que la hacían feliz. Porque feliz sí era, por lo menos en los primeros meses de salir con alguien.

Después de los 6 meses en que la carga hormonal se reducía, se mermaba la emoción y veía al animalote que metió a su vida (o sea la cosa se ponía demasiado real) empezaba a hacer los trámites del abandono, sólo que se le olvidaba avisarle al casi occiso y en lugar de darle pistas, le seguía dando cuerda para pasar al siguiente nivel, mientras que al mismo tiempo marinaba el siguiente romance. La fantasy lover no se tentaba el corazón en desechar a sus presas, como si fuera una despiadada mantis religiosa, ese bicho que arranca la cabeza a su pareja una vez que ya no le sirve. ¿Por qué extraña razón, el macho de la mantis religiosa es atraído por ésta, hasta tal extremo, de perder la vida en ello?

Llegado el día la mantis se convencía a sí misma que el de turno no le daba lo que necesitaba y esperaba el excelente pretexto para cortarle la cabeza sin más explicación. Ahí está… next.

Lo que la fantasiosa Soledad no veía era el tiradero de descabezados, de lastimados, de engañados y sin explicación-botados que se quedaban como el perro sin torta a un lado del camino esperando su fix de “te quiero” sin respuesta.

La yonqui fantasy lover seguía su vida con las pupilas dilatadas, persiguiendo la nueva presa sin jamás imaginarse que lo único que en realidad necesitaba era amarse, darse lo que necesitaba y ser fiel a ella misma porque entre amor y amor lo único que quedaba después del desgaste emocional, y el bajón de la droga, era una terrible Soledad y eso ¡no está padre!