Quickysexypedia, Problemas con la ley… Un 69 por la 14

Atento, atento el polecía tenía una situación que no se arreglaría tan fácilmente con una simple mordida.
El “policía” se acercó al auto de la infragante damisela pidiéndole que le mostrara sus papeles.
Claudia alegó con cara inocente, prominente escote y minifalda que dejaba ver sus muslos que no tenía ningún papel que comprobara la pertenencia del automóvil.

El azul, que en realidad era su castorcito romántico, actuaba excelentemente el papel de autoridad prepotente, e intransigente, que al ver el pezón a punto de salir a dar las buenas noches fugándose del bra de su pareja, casi rompe el juego para saltarle encima y despojarla, pero resistió y le pidió que bajara del vehículo para una inspección de rutina.

La joven conductora se preguntaba de dónde sacaba su castorcito tanta imaginación para actuar su personaje con tal fidelidad. Deveras que resultaba totalmente creíble con el disfraz que había rentado para la ocasión.

Claudia descendió del auto, obviamente mostrando sus atributos con inocencia. Primero sacó una pierna enfundada en medias negras de red y puso su alto zapato en la acera mojada del piso. Después dio un giro a la izquierda y emparejó con el otro zapato dejando a la luz del farol sus piernas descuidadamente entreabiertas y con un saltito se puso de pie frente al enlelado polecía que ya mostraba una tremenda erección imposible de ocultar en el traje rentado.

El falso oficial se quedó callado unos segundos cuando Claudia le preguntaba que qué había hecho mal y por qué la había detenido mientras se arreglaba el pezón fugitivo.

La sexi infractora le pidió disculpas por la “facha” y le explicó que venía de trabajar de stripper en un bar (jajaja) y por ello venía mal arreglada, sin embargo estaba dispuesta a hacer lo necesario para arreglarse con él. Ella empezó a desabotonarse su blusa y una vez soltando sus grandes soles, agregó que se ponía en manos de la autoridad competente.
El polecía se avalanzó a besar sus pletóricas glándulas rebuznando de placer.
Claudia se dejaba hacer sin participar mucho, dejándose querer y cuando no podía más le pidió que le permitiera darle su mordida, sin ofender al oficial.

Abrió la cremallera del nayloso pantalón y tomó el tolete de carne del oficial con las manos y lo besó largamente. Estaba dispuesta a pagar su felonía con una felacionía, pero el oficial la levantó en vilo y la dejó caer en la parte de atrás de la patrulla (su auto en realidad), diciéndole: “Señorita, me va a tener que acompañar”.

A continuación le dio una revolcada marca ola de Acapulco en la que la desdichada no sabía qué era arriba y qué era abajo y si chupaba o lamía y le lamían o estrujaban; si eso era un dedo o una lengua, o si ella metía o sacaba la lengua, si el pene era su vagina o si estaba en la vagina. Si eso era un 69 o una 45 en la 14. El chiste es que como en toda buena historia de polecías y ladrones, no se sabía a cuál irle, ni adivinar quién era el malo y quién el bueno, pero que buen cojín en el garage de la casa.

Y después de todo… el que esté libre de pecado (o de infracción) pues qué aburrido y que le lancen la primera piedra.