¿Quién fue la reina de la maldad?

No, nos referimos a Teresa, Catalina Creel, o a la malvada Malvina; tampoco a Elba Esther Gordillo a quienes sus detractores la han acusado de las peores acciones; ni a Martha Sahagún, ex primera dama; mucho menos a Sandra Ávila Beltrán, “la reina del Pacífico”. Nos referimos a “la malvada bruja de occidente”, la terrible Leona Hemsley.

Leona, una multimillonaria, dueña de una importante cadena de hoteles y destacada por sus declaraciones consideradas, a veces arrogantes e insensibles, quien falleció de insuficiencia cardiaca el 20 de agosto de 2007 en su hogar de veraneo en Greenwich, Connecticut.

Helmsley y su tercer esposo, Harry B. Helmsley (1909-1997), controlaban un emporio de bienes raíces valuado en 5 mil millones de dólares, que incluía 120 edificios de New York, entre ellos el emblemático Empire State, inmortalizado como el refugio de King Kong en las versiones cinematográficas de 1933 y el 2005.

El amor que Harry B. Helmsley le profesaba a su esposa Leona no tenía límites. El 4 de julio de 1976, al celebrarse el bicentenario de la independencia de Estados Unidos, el extravagante empresario encendió el Empire State con los colores rojo, blanco y azul de la bandera norteamericana, pero explicó que no lo hacía como un tributo a la independencia, sino al cumpleaños de su esposa, que entonces celebraba 56 años. Los adornos eléctricos para iluminar el famoso edificio costaron 100 mil dólares. “Menos de lo que cuesta un collar”, aseguró entonces el millonario.

El mayor escándalo del matrimonio se produjo en 1989, cuando Leona fue acusada de evasión de impuestos junto con su marido, quien evitó ir a los tribunales alegando “incapacidad mental”.

Durante el juicio, varios ex empleados describieron a Leona como una mujer implacable en los negocios y dura con sus familiares y trabajadores, a los que atormentaba psicológicamente, y una empleada doméstica encendió la hoguera cuando aseguró que su patrona alguna vez le había confiado: “Los ricos y poderosos no pagamos impuestos. Ése es un ‘privilegio’ reservado para personas corrientes como tú“.

Bautizada como “la malvada bruja de occidente” por el ex alcalde de Nueva York, Ed Koch, fue condenada a 16 años de prisión por evasión fiscal, conspiración y defraudación a los Estados Unidos, una pena que sus abogados lograron reducir significativamente a menos de dos años que la multimillonaria cumplió entre 1993 y 1994: 19 meses en una prisión federal y dos meses en su propio domicilio.

En 1990, en pleno apogeo de su popularidad mediática, con el sugerente título de “La reina de la maldad” (The Queen of Mean), su vida adquirió magnitudes mitológicas cuando fue llevada a la televisión interpretada por Suzanne Pleshette y Lloyd Bridges en los papeles centrales. Leona enviudó en 1997, heredando de su marido una fortuna inmobiliaria calculada en 4 billones de dólares. Sin embargo, a pesar de viajar por el mundo en un avión privado con 100 asientos, la avaricia de esta mujer era proverbial.

En su Biografía No Autorizada se cuenta que en cierta ocasión le ordenó a un vendedor que reescribiera una factura a fin de ahorrar 4 dólares en impuestos a las ventas. Cuando el empleado quiso hacerle una broma diciéndole que esa suma era insignificante para una persona de sus recursos, Leona le respondió: “Ésta es la manera en que los ricos nos hacemos más ricos“.

Lena Mindy Rosenthal -su nombre de soltera- fue enterrada en el lujoso cementerio Sleepy Hollow, junto a su esposo Harry y su hijo Jay (1940-1982), en un extravagante mausoleo a semejanza de un templo griego que mandó construir en el 2005, que cuenta con doce columnas de granito y unos grandes ventanales oscurecidos con el “skyline” de Nueva York labrado en sus cristales, y por el que pagó más de 1.4 millones de dólares.

Todo esto sale a colación, porque la semana pasada, en una gran victoria en la lucha contra la delincuencia de cuello blanco, fue promulgada por el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo una legislación para cerrar una brecha jurídica que permitía a  los evasores de impuestos violar la ley libremente, la llamada “laguna jurídica Helmsley”.

El Proyecto de ley modifica una ley que prohíbe al Estado perseguir los evasores de impuestos que han sido previamente procesados en un tribunal federal por las “mismas transacciones criminales” incluso si los delitos son distintos.