Quiéreme como cuando me querías

Foto: Verilliance
Al principio los hombres te tratan como si fueras la única mujer en el mundo y comparten tus ganas de estar todo el tiempo juntos. Pero a ellos se les termina primero el efecto. Nosotras desarrollamos una lealtad (o costumbre) más fuerte.
Hasta que llega el día donde te das cuenta que la única que tiene prisa por llegar a casa eres tú. Una cena cualquiera puede ser sacrificada por irse con sus amigos y ya no es prioridad tener sexo contigo.
Tal vez la primera vez lo entiendas y hasta lo justifiques, pero poco a poco armas historias en tu cabeza, ¿Ya no le gusto? ¿se aburrió? ¿hay alguien más? Lo peor del caso es que te guardas todos esas preguntas y lo único que logras es tenerle rencor, que se traduce en celos y posesividad.

El primer síntoma es que comienza a llegar tarde a verte; 15 minutos, después media hora. “Total, van a hacer lo de siempre”.

Insisto mucho en hablar acerca de las cosas que te molestan y ésta no es la excepción. Si desde la primera vez que te enojas porque le da prioridad a otras cosas, le dices, no tienes por qué pelearte contigo misma cada vez que no llega. Ojo, decirle no quiere decir gritar ni hacer berrinche. Son adultos; hablen.
Si fomentan la sinceridad, te va a avisar cuando realmente haya un problema. Aunque puedo firmar que los hombres jamás admitirán si hay alguien más. Pero algo es algo, así que no te guardes lo que sientes. Son pareja, compartan tus dudas para que no sufras sola.