Desde una semana antes de la fuga de Joaquín Guzmán Loera, los presos del mismo sector en el penal del Altiplano escuchaban los ruidos de los trabajos de la construcción del túnel pero no denunciaron porque, dijeron, estaban amenazados.
El diario Milenio tiene verificado que el día de la fuga, el 11 de julio de 2015, se oía con perfecta nitidez el ruido de taladros y martillos para romper el piso de concreto de la celda número 20 desde las cinco y media de la tarde y no cesaron sino hasta las 8 de la noche con 52 minutos, segundos antes de que el capo comenzara su espectacular escape.
En un video difundido por Carlos Loret de Mola se observa que poco después de las cinco y media de la tarde cuando acompañado por un custodio, El Chapo salió de su celda para reunirse con su abogado en otro sector de la prisión, y desde ese momento se aceleraron el martilleo y el taladrado.
Fue hasta la 7 de la noche cuando Guzmán Loera regresó a su celda y de inmediato, sin esperar a que el custodio se alejara, se dirigió velozmente al área de la regadera, en donde, luego de mirar de reojo al guardia que se alejaba, quitó una toalla que tapaba el piso y la puso en el pretil, entre la ducha y la letrina.
A partir de ese momento se puso a ver durante una hora y 50 minutos, a todo volumen, la televisión en su tableta. Pero ese sonido no amortiguó los martillazos y el taladrado, que se intensificaron desde su regreso, tras el encuentro con su defensor.
Diez minutos antes de las 9 de la noche, El Chapo se levantó de la cama y se dirigió a la regadera, donde una voz que provenía de lo que ahora sabemos era un túnel preguntó: “¿Patrón…?”, a lo que Guzmán responde un: “Te ayudo”, tras lo cual se agacha y parece maniobrar algo que sugiere ser la loza que sus cómplices botaron del piso.