Resoluciones de año nuevo… del plato a la boca…

De acuerdo con la tradición, me junto con mis amigas a la famosa cena post año nuevo. Todas nos vemos francamente deterioradas. Después de tanta fiesta y pláticas triviales acerca de las vacaciones, lo menos que podemos es platicarnos nuestros propósitos de año nuevo. Aparte de dejar de fumar, hacer ejercicio o dieta, de repente escucho uno que me llama la atención:

“Dejar de hablar por hablar” dice mi amiga la super abogada que siempre tiene la boca llena de razón. Entre murmullos y carcajadas, procede a explicarse:

“Ha sido un año de chismes, rectificaciones y disculpas. Pareciera que nadie está dispuesto a decir que se equivocó, que no fue cierto lo que dijo y cuando ya se ve en el dilema de aceptar y disculparse, inventa otra cosa para salirse por la tangente. Total, nadie está dispuesto a decir la verdad o a abstenerse de querer figurar a fuerzas”.

Le pregunto si lo dice por alguien en especial. Por alguna de nosotras.

“Es en general. Todos tenemos afán de figurar y de ser reconocidos. De ser dueños de la verdad. Cada quién con sus resoluciones, no?”. Nunca tuvo más razón.

En esta reflexión, no puedo evitar el pensar en algunos políticos y comunicadores que como zopilotes cayeron en las trampas del ego. Nos critican a las personas comunes como nos llaman, pero ellos se dejan involucrar en el juego de destacar. De brincarse las reglas básicas como escuchar para ser escuchado. De demostrar que son capaces para sus puestos o para los trabajos que desean. Sólo les interesa apuntalar sus candidaturas, puestos, programas y columnas escritas sin escuchar lo que realmente la gente opine. Lidercillos en miniatura sin miras y sin compromisos con nadie más que consigo mismos. Partiendo siempre de la idea de que la sociedad es tonta.

Como la tal Yeidckol. Que díficil ha de haber sido para ella escuchar que otro va a ser el candidato para el Estado de México. Ya me la imagino brindando con Möet rosada (la mona aunque se vista de seda) por su próxima candidatura. Atragántandose las uvas diciendo “por mi gobernatura, por mi gobernatura”  12 veces, hasta que no pudo hablar más. Ya se veía encargando trajes de Carolina Herrera y pidiéndole a Gabriel el de la estética de Virreyes que fuera a la casa de gobierno a arreglarla todos los días. Ya se veía por la grande seis años despúes. Porque hay que acordarse que en su partido tenían que votar por ella. Que no era optativo. Su líder moral lo dijo y se acabó la discusión. Sin darse cuenta que era una marionetita más en el super guión legítimo.

Alguién amaneció con otra idea el 1 de enero y cambió los hilos. Total, las resoluciones de año nuevo son para romperse. Mana mana patipitipi…