Si no termina mal, no termina nunca

Me atrevo a decir que la mayoría de la gente no puede terminar una relación si no hace algo que lastime al otro. Al parecer, todos esperamos que muera hasta el último rastro de amor para que sea más fácil la separación.

Se pueden mantener vínculos nocivos con otra persona, recordando los primeros meses que vivieron juntos.

En vez atesorar las experiencias y seguir adelante, creemos que con un tiempo fuera todo se arreglará mágicamente. Y siempre resulta en lo contrario.

Una relación intermitente evita que te recuperes y  veas con claridad qué quieres de tu vida. La influencia del otro no te deja escuchar consejos o imaginar una vida mejor. Y si logras alejarte, inventas cualquier cosa para propiciar un encuentro.

Quiero que vea que estoy bien“, “Encontré a alguien y necesito cerrar ciclos” “Es que viene navidad” “Le voy a prestar dinero“. Lo mejor sería aceptar que estás enfermo y necesitas que te confinen. Lo malo, como en muchas adicciones, es que no se puede cambiar hasta que tocas fondo.

El único consejo que puedo dar en estos casos es fuerza de voluntad. Aguantar sin ver a la persona, hasta que salga de tu sistema. Y eso, a veces es más difícil que dejar de fumar.

El tweet que inspiró esta columna fue original de @gasparmilan