La visión del arquitecto catalán Ricardo Bofill hizo que una fábrica de cemento abandonada hoy sea una residencia poco común.
Construida en 5 mil metros cuadrados, con ocho dormitorios, doce cuartos de baño y techos de hasta diez metros de altura.
Se usaron materiales como hormigón, cerámica, madera y vidrio. Desde cualquier punto de Barcelona se puede ver la torre de la antigua fábrica de cemento en Sant Just Desvern.
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“Es una ruina reestructurada y rehecha donde los espacios sirven para todo”, dice Bofill sobre la que hoy es su residencia, que habita junto con su familia, esposa e hijos.