Soy Vianey y soy workaholica

“Tú serías una muy buena esposa para quien quiere tener una esposa los sábados de 8 a 10” me dijo un querido amigo al que le estaba contando un nuevo proyecto que me va a quitar algunas horas de sueño pero me dará, seguramente, muchas satisfacciones.

“Mmmm no, los sábados no puedo porque ese día escribo la Inmaculada Percepción (mi columna en Excélsior)” respondí. Yo estoy segura que la culpa de mi adicción al trabajo y a la parranda la tiene mi mamá, porque cuando estaba embarazada de mí, el único antojo que tenía era jerez, bebida que nunca tomó antes ni nunca volvió a tomar después de los 9 meses que duró mi almacenamiento en su pancita. Ese jerez fue el que seguramente hizo estragos conmigo.

Me temo que ya no tengo remedio y a las pruebas me remito. Hace un par de años decidí poner un alto en mi ajetreada vida y decidí tomarme unos meses sabáticos, le daría también tiempo a mi vida personal. Entonces me fui a Estados Unidos con el firme propósito de tomar clases de inglés y ver pasar la vida, así nada más.

A las tres semanas, me dí cuenta que la vida pasaba muuuuuy lento y entonces para darle emoción a mi estancia, entré como voluntaria a una organización social que impulsaba el comercio justo. Empecé con un día a la semana, luego con dos y entonces mi hámster, el principal adicto a la adrenalina, comenzó a presentar el síndrome de abstinencia y el tiempo que le sobraba lo ocupaba para tener malos pensamientos.

Ante esto no me quedo otra opción que regresar a las andadas, entonces mandé mis datos a la televisora local. Afortunadamente conocí a un productor maravilloso que casualmente necesitaba quien diera las noticias de México, aprendí a editar, bajar la información, grabar la voz y finalmente salió la primera cápsula llamada “México Hoy” para el programa de televisión sabatino.

Luego, me pidieron que hiciera apariciones en el noticiero de la tarde y luego también en el de la noche y pues aprovechando el viaje, cápsulas para todas las estaciones de radio. Entraba a la 13:30 y salía a las 23 hrs. después del último noti. Volvía a ser feliz y el sabático de 6 meses se alargó a un 1 año.

Cuando volví a México decidí llevármela más tranquila, pero para mi fortuna en cuanto abrí mi changarro de consultoría de comunicación empezó a llegar el trabajo que desde entonces me ha tenido muuuuy ocupada. A todo esto ¿sabes cuál es mi mayor problema? que aunque reconozco mi adicción no tengo ningún interés de curarla. No puedo vivir sin la adrenalina a los nuevos retos.

Me entusiasma que mis clientes consideren que los puedo ayudar y me honren dándome su confianza; me fascina y halaga que la gente lea, escuche y/o comente mis colaboraciones en distintos medios. Me alimentan el alma y sí, también le dan cause a mi adicción. Me siento feliz y plena trabajando.

Pero todo esto no lo podría hacer sin mi red de seguridad. Mi adorada familia, mis querid@as amistades, mi domador de hámster que con una sola mirada lo paraliza y tranquiliza y el eficiente equipo de trabajo que me rodea. Tod@s me facilitan mi vida. “Vianey te avisamos que vamos a ir a tal concierto, ya compramos los boletos”, “Pasó por ti para comer, no importa lo que estés haciendo”, “Déjame a Lolo mientras estás de viaje, mándalo con Mary -mi querida Ninja que logra mantener mi casa siempre ordenada-“, “Te dejé sopa con el vigilante para que te la comas calientita cuando llegues”.

Les agradezco con todo el corazón que puedan ajustar sus agendas a mis horarios, que siempre haya alguien dispuesto a hacerme compañía y que me perdonen mis distracciones y mis olvidos. A cambio, me declaro fan de mi gente más querida. Saben que soy su incondicional. Sí, me siento muy cuidada y querida, si no fuera por esa red, no me tiraría una y otra vez al precipicio sabiendo que me van a cachar.

Todos los días surgen nuevos proyectos, planes que comparto en medio de consejos cálidos y fraternales que me piden que duerma más, coma bien y trabaje menos, a lo que yo respondo con la misma sonrisa agradecida de siempre. Tod@s saben que no lo haré y yo sé que no por eso me querrán menos.