Trasplante de brazos realizado en México, suma tres años de resultados

Gabriel Granados Vergara es la primera persona en América Latina a la que se le trasplantaron ambas extremidades. El 4 de enero de 2011 tuvo un accidente eléctrico que le ocasionó quemaduras, perdió sus brazos.
El 18 de mayo de 2012 se realizó el trasplante en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, Salvador Zubirán (INNSZ), y estuvo a cargo del doctor Martín Iglesias, jefe de Cirugía Plástica del Instituto; duró 19 horas y participaron 18 especialistas más personal de enfermería.
“Mi esposa no quería que me operara cuando supo de los riesgos: ‘yo prefiero que estés con vida aunque no tengas brazos’”, dijo Granados en entrevista con El Universal. “Le pedí a mi familia que me apoyaran, sabía que lo que pasara sería mi responsabilidad”.
Hoy, a sus 56 años estudia Derecho en la UNAM y está por concluir su tesis de licenciatura: “Los dilemas de trasplantes de cara y brazos en México”. Su meta es agilizar la legalización e identificación de las nuevas huellas dactilares de las personas que se encuentran en la misma situación que él.
Granados piensa en dedicarse al Derecho Fiscal y hacer llegar al Congreso de la Unión su tesis con el objetivo de buscar apoyo para las personas amputadas que no tienen acceso a la operación por falta de recursos y las que sí, puedan legalizar sus nuevas huellas.
Una vida recuperada
Gabriel sabe que después de la operación, en estos tres años, su vida es otra. Con sus ingresos mensuales se hace cargo de los gastos económicos en su hogar, de algunos medicamentos y estudios. En cuanto a los inmunosupresores, que son medicamentos que debe tomar de por vida para que su cuerpo no rechace el trasplante, se los proporciona el ISSSTE.
“Su equipo favorito es el Guadalajara y de las cosas que más disfruta hacer con sus nuevos brazos es ir al campo y parar las pelotas como los porteros, sin dejar de lado la satisfacción y lo reconfortante que es expresarle a sus seres queridos su cariño, pero sobre todo, volver a sentir la textura de la piel de su esposa”.
Se siente afortunado, puede abrazar a su familia, sentir la calidez de quienes le rodean, además dice que nunca se ha sentido discriminado ni alejado de una sociedad, a veces cruel e irrespetuosa con las personas con discapacidad (PCD).
“La verdad al principio sí salía cohibido, pero siempre enfrento las cosas. Viví momentos tristes porque no tenemos cultura para apoyar a personas que están en estado diferente al de uno. Lo fino aún no lo puedo hacer, como prender la estufa, lo que más me pesa es llegar a la casa y no poder abrir la puerta, la llave la meto pero no puedo darle vuelta”.
Él sabe que con la terapia y ayuda del personal del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, podrá vencer esos y otros retos, como poder manejar un auto, cocinar sin ayuda y seguir jugando como portero en su equipo de futbol.
Fuente: El Universal