¿Llevas un tiempo en tu actual empleo y sientes como que ya no eres el mismo?
Generalmente cuando el tiempo empieza a pasar y tú no sales de esa fría y obscura oficina, la rutina comienza a hacerse tu peor enemiga, pues se convierte en nada más y nada menos que una actividad para obtener un ingreso, dejando de lado la pasión por hacer lo que te gusta.
- Los pequeños dramas cotidianos, ya no te parecen tan pequeños. Ya sea que la impresora se atasque, tu computadora tarde siglos en prender o simplemente no encuentres un archivo, puede ser peor que cuatro horas atorado en el tránsito.
- De un momento a otro, casi sin notarlo, pasaste de ser quien resolvía problemas, aportaba ideas y amaba las planificaciones, al quien hace únicamente lo que dice en el contrato y si es posible, menos.
- Te has vuelto el “amargado” de la oficina. De ser el que organizaba las salidas a con-beber y las comidas de cumpleaños, ahora has terminado por apenas saludar a tus compañeros y sólo si los topas de frente.
- Sales a fumar cada media hora… y tú no fumas.
- Has llegado al punto en el que nada representa un reto para tu vida o profesión… y si algo llega a hacerlo, prefieres evitarlo a toda costa, por lo que ya olvidaste lo que se siente el emocionarse con el trabajo y la rutina se ha vuelto tu mejor amiga con tal de no hacer ningún esfuerzo.
- Entre tus torturas se encuentra cualquier forma de convivencia obligada, ya sea un cumpleaños o simplemente alguna comida o junta con el jefe.
- Sueñas con tu trabajo. Literalmente y no por el hecho de hacer cosas positivas, sino todo lo contrario.
- ¿Recuerdas esa sensación de los domingos cuando no querías ir a la escuela? Pues resulta que ha regresado a tu vida, convirtiendo a los domingos en los días más oscuros de la semana.
Fuente: De 10