Los habitantes de la metrópolis del Bósforo, en Estambúl, no solo están acostumbrados a convivir con perros y gatos callejeros, sino que los cuidan, los alimentan, les dan cariño e incluso los ayudan a veces a cruzar las transitadas avenidas.
Con siglos de historia, esta vinculación ha adquirido un carácter tan único que ha llegado hasta la literatura. El escritor francés Joseph Pitton de Tournefort detalló en sus novelas en el siglo XVII cómo algunos carniceros de Estambul vendían un tipo de carne destinada a alimentar a los perros de la calle. “No sabemos con certeza cuándo empezó esta relación tan especial con los perros. Quizás durante la época bizantina, aunque sabemos seguro que ya estaban aquí durante la conquista de Constantinopla en 1453”, explica a EFE Ekrem Isin, comisario de una exposición dedicada a la historia de los canes de Estambul.
Aunque desde entonces forman parte del paisaje urbano, no siempre han resultado amigables para sus habitantes: “Para el islam, el perro es un animal sucio y debe mantenerse fuera del hogar”, explica Isin.
En la actualidad, los expertos creen que unos 100 mil perros viven en las calles de Estambul, una ciudad de unos 15 millones de habitantes. La mayoría han sido vacunados y llevan un dispositivo electrónico que registra su historial. En los últimos siete años, el Gobierno turco ha gastado unos 19 millones de liras turcas (unos 4 millones de euros) en el registro y vacunación de perros, así como la castración y protección de gatos. Si los perros pueblan las calles de varios barrios de Estambul, los gatos son los “reyes” indiscutibles de la ciudad. Se cree que más de 125 mil felinos viven en la ciudad del Bósforo, bien alimentados y cuidados por los vecinos.
El Gobierno turco aprobó una ley en 2009 en la que se castiga a quién dañe a los animales callejeros, y está muy mal visto retirarles la comida en la calle.