Te decimos cómo tu nombre influye en tu personalidad

¿Cómo te llamas? Juan, Ana, Pafnuncio, Anastasia, María o Crispín. Aseguran que parte de tu personalidad está ligada al nombre que te dieron tus padres.

Por lo general los papás eligen el nombre de sus hijos relacionando recuerdos, por homenaje a un antepasado, para que coincida con el santoral del día que nació.

Son muchos los factores que se tienen o se han tenido en cuenta, históricamente, a la hora de elegir un nombre para un hijo.

Los sicólogos explican que la personalidad de una niña se forjará de forma distinta dependiendo de si se llama Lucía, Nicolasa, Francisca o Shakira. Lo mismo si un niño se llama Daniel, Salustiano o Dylan.

Esto no quiere decir que un niño que se Adolfo tendrá una personalidad como la de Hitler o una niña que se llame Frida será famosa en el mundo del arte.

Sin embargo, los sicólogos aseguran que el nombre es uno de los muchos factores que ayudan a moldear el carácter de una persona.

Sergio García Soriano, portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de España, asegura que el nombre puede afectar la personalidad de un individuo.

“Los nombres son la piel de las cosas. Es con lo primero que nos encontramos. En la relación social, el nombre envuelve a quien lo posee, y dependiendo del tipo de nombre que tenga va a generar una serie de expectativas y albergar determinadas connotaciones que van a definir parte de lo que los demás esperan de esa persona”, dice.

Dime cómo te llamas…

Existen nombres que sugieren éxito académico y otros sugieren actitud negativa ante los estudios. Según diferentes estudios, los nombres sencillos influyen más positivamente en la personalidad.

En 1954, tras comparar los perfiles psicológicos de 10o chicos con nombres convencionales y otros 100 con nombres peculiares, los psicólogos Albert Ellis y Robert Beechley concluyeron que en estos últimos había una “significativa mayor tendencia” a padecer una “perturbación emocional” que en aquellos con nombres más comunes.

En 1948, dos investigadores de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, encontraron que los varones con nombres excéntricos eran más propensos a mostrar rasgos neuróticos que aquellos con nombres comunes.

En 1977, la psicóloga Susan Nelson encontró que existen estereotipos en cuanto a nombres que sugieren éxito académico o todo lo contrario. Dichos estereotipos son conocidos por los portadores de los nombres, lo que de algún modo podría condicionarles para cumplir lo que se espera de ellos.

Estudios más recientes, publicados entre 2008 y 2011, concluyen que las personas que tienen nombres familiares y fáciles de pronunciar causan mejor impresión, alcanzan puestos más altos en las empresas y son contratados antes.

Otra repercusión del nombre, según los sicólogos, es darle protagonismo o exclusión a un niño, porque un nombre complicado genera poca integración, incluso burlas, bullying.

Los nombres resonantes aportan energía: Ramón, Iván, Andrea, Rodrigo, Lucrecia, entre otros, derivarán en un carácter fuerte.

Según García Soriano, sicólogo especialista en etimología, que la etimología de nuestro nombre nos impregna de ciertas características.

“La sonoridad del nombre o su rotundidad, conlleva una vibración que aporta una energía que acompaña toda la vida a la persona”, por eso los diminutivos no son bueno, por ejemplo es de mayor impacto llamarlo Rodrigo o Romina que Rodri o Romi.

Finalmente, los sicólogos explican que independientemente de sí el nombre es fuerte, suave, sonante o antisonante, complejo de pronunciar o diminutivo, será la misma persona quien podrá imprimirle ese cambio para que no se asocie la personalidad al nombre de manera inconveniente.